Aeropuerto de Barcelona, principios de 1983. Unos jóvenes Pimpinela llegan a España para una gira de promoción. Su discográfica no quería editarlos en la patria de sus padres. “España está mirando al norte, a la música anglo”, les decían. Ni bien bajaron del avión, se subieron a un taxi. Sólo ellos dos. En el trayecto de 25 minutos del terminal aéreo al hotel, escucharon ocho veces (en diferentes emisoras) su recién lanzada “Olvídame y pega la vuelta”. Sí. Esa, la del “¿Quién es?/ Soy yo”. Allí entendieron que eran un éxito. Es que el ascenso había sido tan meteórico que no habían tenido ni oportunidad de pararse a analizar lo que les estaba pasando. Y todo eso fue gracias a una canción, y al pedido de su insistente madre, que sólo quería ver a sus hijos juntos.
“Se esparció como reguero de pólvora”, dirá a LA GACETA el autor de uno de los temas más famosos del cancionero latino. La canción vio la luz en 1982 y rápido cruzó fronteras. En Argentina, el disco “Pimpinela” (que contiene ese y otros éxitos del dúo) estuvo nueve meses en el puesto número 1; y el tema de difusión recaudaba más que “La Cumparsita” (históricamente la canción más vendida). Mientras los solicitaban de toda América, imitadores plagiaban su estilo y sus temas. En un abrir y cerrar de ojos, la canción ya había sido grabada en cuatro idiomas. Y aunque en la Argentina los tildaban de “mersas” y de “un producto fugaz de una multinacional”, eran hasta lo más escuchado en Cuba, país que nunca visitaron. Ahora bien, ¿cómo se gestó un suceso así?
Una tarde cualquiera en San Telmo. Una adolescente llega del colegio, y su hermano la espera con la guitarra. “Teníamos un living chiquitito, que tenía como unos escalones y una especie de escenario; había, además, un par de sillones y una salamandra. Era un departamento muy pequeño, pero muy lindo, cálido. Ahí, en ese escenario, empecé a componer. Esa tarde ya tenía varios temas listos, y había uno en formación. Mi hermana llegó de la escuela, con su uniforme, y se sentó al lado mío. Le conté que había escrito esta letra, y se puso a cantar su parte; la dramatizaba, como en sus clases de teatro... Pero en juego. No sabíamos qué iba a pasar. Así nació Pimpinela”, cuenta Joaquín Galán, 50% del dúo y autor de aquel himno y de otras 300 canciones.
Teatro y música
Para aquel tiempo, María Graciela (luego pasaría a llamarse Lucía, como la conocemos) y él tenían proyectos musicales por separado. Ella era parte del grupo Montana, y Joaquín se lucía como autor y compositor de Luna de Cristal, un conjunto formado con sus compañeros del secundario. En paralelo, la madre española de ambos, María Engracia, los atosigaba: “Tenéis voces muy bonitas. ¿Por qué no dejáis esos grupos y cantáis juntos? Como los Carpenters”, repetía sin cesar. Y la respuesta de sus hijos siempre era la misma: “el día que encontremos algo diferente, lo vamos a hacer”.
Joaquín comenzó a ahondar en una nueva forma de componer. De repente, las canciones de amor eran dialogadas. La prehistoria de Pimpinela -relata él- tiene nombre y data de fines de la década de 1970. Se llama “No quise herir tu corazón”. “Me acuerdo que la escribí a capella, porque no tenía guitarra acústica ni criolla. Sólo conservaba la eléctrica que me quedó cuando dejé Luna de Cristal”, recuerda. Es que cuando se fue del grupo (para encarar Pimpinela) sus compañeros le aceptaron la salida, pero con una condición: los instrumentos quedaban con ellos.
Las canciones estaban, pero no todavía la cuota de teatralidad. El mayor valor agregado del dúo surgió esa tarde: “Ahí terminé de confirmar que era algo diferente. Ya lo sentía, cuando le mostré a mamá las canciones del primer álbum. Sentía que eso estaba bueno, que la reacción de la gente era positiva. Trajimos a Luis Castellanelli (profesor de teatro de Lucía y desde hace cuatro décadas director y escenógrafo de Pimpinela) y nos ayudó con la puesta. Ahí supe que eso era lo que queríamos hacer”.
Con “Olvídame y pega la vuelta” ya aceitada, el resto fue fácil. A ese primer tema se le sumaron, -ahora teatralizadas- canciones ya escritas como “Tú me prometiste volver”, “Agua y aceite” y “Vete y no vuelvas”. Todas con la misma temática, y todas incluidas en un primer demo. “Lo mandamos a la compañía CBS, y nos dijeron que les gustaban muchos las voces y la imagen, pero que la música no servía; que era muy raro todo y que no iba a llegar a ningún lado. Fue un productor que todavía sigue viviendo de eso”, dice entre risas.
El estallido
Luego del fracaso del demo, se cruzaron a Luis Aguilé en España y le dieron otro casete, sólo con dos temas. “¡Y se fue de viaje! No lo vimos más. ¡Lo queríamos matar! Habíamos puesto nuestros ahorros en ese casete. Pero al tiempo nos llamaron de la CBS por recomendación suya, y nos dieron otra prueba. Así grabamos el primer disco, ‘Las primeras golondrinas’ (1981)”, evoca.
¿Y dónde estaba “Olvídame y pega la vuelta”?. Guardada. “Todos los temas fueron muy seguidos... Con la compañía de discos los fuimos administrando”, asegura. “Fue una aplanadora. Ante el éxito, CBS lo envió como novedad a las máximas diales de todos los países de habla hispana. El interés fue de todas partes, y nosotros trabajábamos como un delivery, puerta a puerta. El primer lugar al que nos llamaron fue a Perú, después nos avisaron que había imitadores en diferentes países cantando nuestras canciones’”, relata Joaquín.
Fue una época de sembrar, y gratis. Lucía y Joaquín subían y bajaban por el continente sin descanso. “Viajábamos a promover el repertorio. En la Argentina nos ofrecían cualquier cantidad de dinero para actuar, pero nosotros nos dedicamos a abrirnos al exterior. Elegimos eso para hacer la base de los países (20) que luego sostuvimos”, indica. “En Miami, en 1983, nos llevaron a hacer la Teletón. Duraba 24 horas y había 200 artistas. Nuestra compañía logró ponernos a las 9; cantamos el tema y nos volvieron al hotel. Pero nos llamaron al mediodía y a las 20, en el primetime. Era increíble; la gente donaba más y nos pedían. Fue una aplanadora -repite- y la mecha que encendió la pólvora”.
Copias
Ahí explotaron los imitadores. En Perú eran Julio Miguel y Giovanna; en Venezuela era Pimpinela Scarlata y en México se escuchaba a Alondra. Todos interpretaban los temas de Pimpinela como propios. Las copias eran descaradas: los mismos looks, voces similares, y los temas (de Joaquín) teatralizados.
¿La única manera de contrarrestarlo? Viajar a demostrar quienes eran los originales. “Entonces, íbamos a Venezuela, y en el canal principal estábamos nosotros. ‘Porque son ellos, los originales’, decía la publicidad... Y a la misma hora, en el canal de la competencia estaba Scarlata. ‘Porque son nuestros, porque son los mejores’, los promocionaban. Era increíble. Tanto, que la compañía logró que la Sociedad de Autores sacara una normativa que decía que ningún tema podía grabarse por otro artista hasta seis meses después de que lo grabase el autor”, afirma. Pimpinela consiguió que hasta se modificaran las normativas de derechos.
El negocio se les terminó rápido a los imitadores. Mientras ellos regrababan las primeras canciones del dúo, los originales ya tenían 20 o 30 más temas listos. Con el éxito de los siguientes discos (“Hermanos”, de 1983; “Convivencia”, de 1984 y “Lucía y Joaquín”, de 1985) se posicionaron en los primeros rankings de Billboard, algo impensado para argentinos. “Olvídame y pega la vuelta” siguió abriendo mercados.
En idiomas
“Yo mismo hice viajes con los elepés para pedir que nos editen en España, pero no querían... Luego hubo cambios en la empresa y sacaron el disco. Fue un éxito. Ese mismo año CBS Brasil, que no editaba a nadie que no fuera brasilero o americano, empieza a hacer compilados nuestros. Nos mandaron una versión en portugués y la grabamos”, comenta. En portugués se llamó “Siga seu rumo” (“Sigue tu rumbo”). A ese primer trabajo le siguieron otros seis discos en ese idioma, hasta 1994.
Poco tiempo después llegó la oportunidad en italiano. Se llamó “Ti puoi scordare per sempre di me” (“Te puedes olvidar para siempre de mí”). “La discográfica eligió cinco temas en italiano y los grabamos. Justo surgió la posibilidad de grabar con Diego (Maradona) y eligieron ‘Mia dolce amica’ (‘Querida amiga’) para difusión”, comenta. Por algunos problemas de prensa que tuvo Diego allá, se les cerró la puerta del lanzamiento. “No nos tocaron en radio”, advierte.
Pero no terminó ahí. Apostaron a un idioma más. El abogado estadounidense del dúo les acercó una versión titulada “Get out of my life now” (“Vete de mi vida ahora”). Después de mucha insistencia, la grabaron en 1987. “Quedó muy lindo, muy pop, pero no era Pimpinela. Ni el sonido, ni el inglés... quedaba blando, chato, la letra perdía fuerza. Era una versión descafeinada”, explica.
A Pimpinela no le hacía falta cantar en inglés para triunfar en Estados Unidos. Desde 1983 habían realizado, sin parar, giras por el país. Se presentaron en el Radio City Music Hall dos años consecutivos y en el Madison Square Garden, durante la década de 1990. “Para promocionarla, había que quedarnos a pasar el año en Los Ángeles. Tenía que volverse ese el centro de nuestra vida. Teníamos que arriesgar todos los otros países que habíamos conquistado. Y no estábamos dispuestos, ni nos hacía falta. Nunca nos arrepentimos. La intuición siempre es la que nos ha guiado, dice”.
La intuición los acompañó. Hoy, cuatro décadas después, “Olvidame y pega la vuelta” es un clásico. Es la reina de los karaokes y es la canción más actuada en las escuelas. Son tres generaciones ya las que asisten a los conciertos del dúo, y son cientos los artistas alrededor del mundo que los han reversionado. Aunque usted no lo crea, la canción fue doblada hasta el serbio, bautizada “Ljubav po sebi je greh” (“Amar en sí mismo es un pecado”). Hace poco, además, Jennifer López y Marc Anthony también hicieron su versión propia.
Conclusiones
El suceso del tema es único. En pocos años, los hermanos tuvieron que luchar contra los medios, contra los imitadores y contra los detractores, pero jamás pararon. “Fue una consecuencia de una mezcla de varias cosas. Lo que vas recibiendo cuando te crías, en tu casa... Nosotros teníamos el instinto que vas heredando de inmigrantes españoles, de la capacidad de trabajo. Vimos a nuestro viejo trabajar 16 horas por día y ese espíritu nos lo contagiaron. Para nosotros lo obvio era salir a conquistar. De chicos viajamos cinco a veces en barco a España. Nos parecía normal trasladar el éxito de aquí a otros sitios. Ni Lucía ni yo nos planteábamos qué dejábamos en Argentina”, reflexiona hoy sobre aquellos años locos.
“Desde el punto de vista artístico, el estilo fue determinante. Y eso nos abrió las puertas en todos lados. la teatralización, el acting, era algo novedoso. No existía un artista que no cantase mirando a la cámara; el conflicto era potente... después, descubrir que éramos hermanos... todo eso sumó”.
Joaquín cree que aquel éxito se dio por perseverancia, por pasión y por constancia. Y esa es la razón de la perdurabilidad; hoy todavía son un fenómeno: sus últimos temas como “Traición” y “Cuando lo veo” son virales en las redes. “Esa es la clave de Pimpinela. El reinventarnos. No trabajamos por el marketing; yo compongo y para mí siempre es un desafío dar un paso diferente. El primero fue el que le dije a mamá, que si conseguíamos algo diferente íbamos a cantar juntos. Se convirtió en un mantra y lo repito hasta ahora. Siempre es la búsqueda de algo nuevo, de arriesgarse. Para mí es normal, como fue normal hace 40 años cuando hicimos ‘Pega la vuelta’ siendo hermanos y cantando canciones de amor...”, finaliza.